lunes, 25 de julio de 2011

Ten Thousand Waves


El vídeo comienza con la oscuridad del mar e imágenes borrosas de un grupo de personas que precisan auxilio. La voz de una radio de rescate describe brevemente la situación. Después, las nueve pantallas de la instalación se inundan un agua densa y negra. Tras unos segundos, el océano da paso a un espacio fulgurante; allí, un calígrafo traza un ideograma sobre una superficie de cristal.


Son los primeros momentos de Ten Thousand Waves
, de Isaac Julien, una reflexión sobre la realidad, la representación, la historia y la muerte que se exhibió en la galería Helga de Alvear este verano. La obra comenzó a gestarse en 2005 y está basada en un hecho real, la muerte de 14 inmigrantes chinos en la bahía de Morecambe, en el Norte de Inglaterra, en 2004.


La tragedia vino provocada por las miserables condiciones de trabajo de estas personas y su total desconocimiento del área y de la lengua. Impresionó de tal forma a Julien que encargó al poeta Wan Ping que escribiese una pieza sobre ella. Una letanía de diversas voces, femeninas y masculinas, en inglés y chino, recitan la poesía a lo largo del vídeo, actuando como una especie de estructura paralela que a veces contradice las imágenes y otras las complementa, pero que en todo momento recuerda el suceso que inspira la obra.


Siete pantallas rodean la sala y dos están suspendidas en el centro. Se apagan y encienden cada una a un ritmo diferente, mostrando la misma imagen o imágenes dispares.


Se utilizan imágenes de muy diversa naturaleza: están las borrosas y cruzadas por números y coordenadas, las teatrales y tremendamente elaboradas, que son mayoría, y las de registro. Si bien cada una de ellas posee una mayor o menor veracidad, casi todas muestran cierto grado de falsedad más allá de la simple escenificación. De hecho, gracias a imágenes que revelan manifiestamente su artificio podemos identificarlo en otras en las que está sólo latente. Tras ver cómo algunos personajes se cruzan con piezas de atrezzo y cámaras o que el vuelo de la diosa se reduce a una cincha, un ventilador y un chroma, comenzamos a sospechar que la magnificencia de la torre Jin Mao de Shanghai y ese desfile maoísta(de archivo)forman parte de una gran pantomima, de un mismo juego de representación.



Paradójicamente, a pesar de la falsedad cada vez más obvia (lo cual podría llevar a pensar que cada superficie sólo esconde otra superficie), lo cierto es que el vídeo produce la sensación de conducirnos a registros cada vez más profundos e incluso sugerir ciertas conceptos transcendentes: que el pasado vive en el presente no sólo como causa sino como presencia simultánea; que la realidad está compuesta de múltiples capas entrelazadas y concatenadas, de manera que la Torre de Jao Min y el destino de los inmigrantes chinos responden a una sola y única realidad; o que la muerte escapa por completo a la razón y al lenguaje.


Con Ten Thousand Waves, Isaac Julien aborda una vez más la complejidad y la dependencia mutua de las realidades que implica el progreso. De forma eficaz nos guía a través de una galería de espejos donde unas se reflejan en las otras, dando a entender que las verdades son siempre incompletas y tienen múltiples caras. Ciertamente el logro se debe en gran medida a las posibilidades de narración que ofrece la proyección discontinua en diversas pantallas. No obstante, aquí su número quizás resulte excesivo no sólo para el tamaño del espacio sino también para las necesidades intrínsecas de la obra. Más que añadirle matices o complejidad parece quitarle fluidez.


Otra objeción sería el lenguaje utilizado para escenificar el más allá, que evoca las recientes grandes producciones sobre artes marciales; es un código tan cargado de significados y asociaciones, tan literal, que resta posibilidades y ambigüedad al vídeo y limita la libertad del espectador.